Por: Cibel Ríos
Por primera vez, en casi 20 años, podía reconocerme vulnerable.
Casi dos meses después de mí llegada a Perú, comencé a experimentar una fuerte ansiedad (de esas que te despiertan en la noche y que casi te roban el aire) y por mucho que lo intentara, no lograba calmarla.
Pasaron varios días. Entonces, en vez de buscar respuestas fuera de mí, decidí escudriñarme de una manera muy profunda. Me senté en un parque a meditar para encontrar aquello que no me dejaba estar bien… y a los pocos minutos, empecé a llorar. La gente me miraba intrigada, no me importó, lloré… pero seguía sin saber porqué me sentía así. Cerré mis ojos, respiré profundo y pedí a la Divinidad que me mostrara lo que yo no veía. Luego de unos minutos: “Tengo miedo”, exclamé. ¡Dios mío! “¿Cómo es posible esto? Yo, una mujer echada pa’ lante, tan fuerte siempre?
(Luego de un silencio) “Sí, tengo miedo” Lloré nuevamente, esta vez de liberación. Por primera vez, en casi 20 años, podía reconocerme vulnerable. Había olvidado lo que era sentir miedo. Cargaba sobre mí una armadura y en ese momento me pesaba tremendamente. Al retirarla di el primer paso para ver cuáles eran las opciones que tenía y que me harían sentir nuevamente en mi centro. Descubrí “la magia del miedo”… Hablé con mis seres amados, hablé con Dios, ME PERDONÉ, dejé de exigirme más de lo que podía dar. Se fue la ansiedad.
Lo mejor: encontré las bondades de pedir ayuda, fortalecerme con el amor de otros y con eso, avanzar.
Cibel Ríos
Master Coach Terapeuta en PNL – Coach Holística – Sanadora con Ángeles
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